domingo, 26 de enero de 2025

Resistencia activa en Venezuela: ¿El Fin de la vía exclusivamente electoral?

Desde hace años, el movimiento de resistencia en Venezuela ha sido acusado de "golpista" y de actuar al margen de la Constitución. Este discurso ha sido amplificado tanto por la propaganda del régimen gobernante como por algunos sectores de la comunidad internacional, que han insistido en que la única vía aceptable para sustituir al régimen de Maduro debía ser la electoral y pacífica. O sea, ¡compitan en las elecciones y gánenlas! Es lo que han hecho reiteradamente los partidos de oposicion en Venezuela, sin conseguir cambios sustantivos.

Cuando la oposición ha ganado algunas gobernaciones y alcaldías, el Régimen ha reconocido su derrota, pero sólo por mera apariencia de democracia, porque rápidamente reformó leyes para usurpar competencias de los estados y municipios o designó "protectores" que, con recursos y facultades paralelas, limitaron a las autoridades electas .

Cuando la oposición consiguió la mayoría suficiente en la Asamblea Nacional para legislar y controlar al Régimen, el régimen creó una Asamblea Constituyente fraudulenta y utilizó al Tribunal Supremo, controlado por el oficialismo, para anular al Parlamento legítimo.

Cuando Maduro ha perdido elecciones presidenciales, se las ha 'robado' sin que la oposición haya podido documentarlo y evidenciarlo de manera concluyente... Hasta ahora...

Los eventos ocurridos en julio de 2024 han marcado un punto de inflexión en esta narrativa. María Corina Machado, anticipando este escenario, estructuró una organización opositora para documentar y evidenciar cómo el régimen manipula las elecciones, utilizándolas como herramienta para perpetuar su poder y no como un mecanismo de legitimación democrática. Aunque Edmundo González obtuvo una victoria incontestable, ampliamente reconocida por la comunidad internacional y respaldada por gobiernos y organismos extranjeros, el Consejo Nacional Electoral, subordinado al régimen, proclamó fraudulentamente a Maduro como ganador. Este fraude, sumado a años de manipulaciones similares, confirma que las vías exclusivamente pacíficas y electorales son insuficientes para restaurar la democracia en Venezuela.

¡Es momento de cambiar la narrativa!

Frente a esta realidad, el discurso tanto nacional como internacional debe evolucionar. No es razonable seguir exigiendo al movimiento de resistencia que insista únicamente en la vía electoral como solución a la crisis de legitimidad del régimen. Esto no implica abandonar los principios democráticos, sino reconocer que en un estado donde las instituciones han sido sistemáticamente secuestradas, la resistencia activa no solo es justificable, sino necesaria. Es una situación de necesidad, en sentido que le atribuyó MAQUIAVELO.

"La necesidad puede adquirir diferentes significados en las obras de Maquiavelo. Uno es la 'presión del acontecer';... otro sentido es la 'situación de necesidad', es decir, una situación en la que se abre un único camino a la acción,; o dicho de otra manera, es la circunstancia en que la deliberación sobre los medios queda anulada... La necesidad de algún modo 'libera' al actor de la situación jurídica y moral normal, a través de la excepción... Ahí está in nuce la teoría de la razón de Estado... Lo políticamente bueno procede de lo necesario... Lo que es moralmente injusto en un caso normal, puede no serlo en la excepción..."  (Véase Montserrat Herrero, Filosofía política de la antigüedad al mundo contemporáneo, RIALP: Madrid. 2024. Págs. 213-216. Subrayado y negrilla añadidos).

Los actores principales del Régimen deben asumir que aunque controlen el poder de facto, carecen de legitimidad y gobiernan al margen de la Constitución. Que Maduro haya vuelto a tomar posesión en enero de 2025 no altera esta realidad, ¡su mandato es írrito! Que algunos actores públicos relevantes como gobernadores, alcaldes o rectores de gremios y universidades, adopten posturas meramente pragmáticas que implican un aparente reconocimiento a Maduro no lo legitima constitucionalmente. Estas acciones, aunque controvertidas y tal vez difíciles de comprender, responden sencillamente a la necesidad de preservar los intereses de las comunidades o sectores que representan, frente a circunstancias que no controlan. Sin embargo, este engañoso reconocimiento no altera la ilegitimidad de origen del régimen y su caída sigue siendo un desenlace inevitable.

Deben asumir, no les queda más remedio, que su permanencia en el poder terminará por cualquier vía, aunque no sea solamente electoral. Que probablemente hay planes para deponer al régimen, sí, y que esos planes son legítimos. Que nadie respetable en Venezuela o en la comunidad internacional lamentará su caída ni protestará su enjuiciamiento, porque lo considerarán legítimo. Y que sólo una transición pacífica y acordada podría evitarles su enjuiciamiento penal.

"Es hora de hacer lo necesario para restituir la Constitución"
María Corina Machado

Esta nueva narrativa plantea una cuestión fundamental: ¿es justificable y legítimo que los venezolanos consideren otras vías, incluidas las no electorales, para restituir la Constitución y restaurar la democracia?

Pensadores como John Locke y Jean-Jacques Rousseau justificaron el derecho de los pueblos a rebelarse contra un gobierno que viola los principios del contrato social. En su obra "Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil", Locke afirmó que cuando un gobierno se convierte en tirano y no protege ni respeta los derechos naturales de los ciudadanos (vida, libertad y propiedad), los ciudadanos tienen el derecho y el deber de derrocarlo. Y que sólo el ejercicio real y efectivo del derecho de rebelión puede liberar al pueblo de una tiranía. Rousseau, por su parte, planteó en "El Contrato Social" que un gobierno ilegítimo pierde toda autoridad sobre el pueblo y legitima la desobediencia y la rebelión como vía para restaurar la soberanía popular.

Está claro que el Régimen de Maduro ha devenido en tiranía y ha roto el contrato social al imponer un gobierno de facto que viola derechos fundamentales y secuestra las instituciones democráticas. Por lo tanto, la resistencia activa emerge como una respuesta legítima para restituir el orden constitucional. Reconozco que esta idea es controversial y los tiranos se valen precisamente de esa polémica para preservar el status quo, utilizando la propaganda para desprestigiar a los movimientos de resistencia y reprimir a sus ciudadanos.

También el artículo 350 de la Constitución venezolana reconoce a los ciudadanos este derecho a resistir en defensa del orden constitucional, facultando medidas de resistencia activa frente a regímenes que vulneren los principios democráticos. Este derecho trasciende a la mera desobediencia civil y se admite como un recurso extraordinario destinado a restituir el estado de derecho en situaciones de ruptura institucional, como la que enfrenta Venezuela. Su justificación radica en la necesidad de proteger los valores republicanos fundamentales cuando estos han sido sistemáticamente violados. Y así lo admite también el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948):

"Es esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión."

Ambos preceptos proporcionan un marco jurídico y ético que claramente legitiman la resistencia activa como medio para restaurar la constitución, la democracia y los derechos fundamentales. Ejemplos históricos como el derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en 1958, depuesta tras un movimiento cívico-militar que buscaba restaurar la democracia en Venezuela, hasta el reciente derrocamiento de Bashar al-Ásad en Siria, resultado de un levantamiento popular sostenido por años de resistencia civil y presión internacional, ilustran cómo la resistencia activa es admitida como medio legítimo para enfrentar regímenes que han devenido en tiranías.

Para cambiar la narrativa, es crucial reforzar que el movimiento de resistencia en Venezuela es legítimo y actúa dentro del marco ético y constitucional, para restaurar la democracia y la Constitución. Esto implica: documentar y divulgar (aún más) las pruebas del fraude electoral y de la represión, para mantener la presión sobre el régimen; destacar que la resistencia activa es un derecho y deber constitucional frente a un gobierno ilegítimo; y comunicar este mensaje de forma clara a los venezolanos y a la comunidad internacional, buscando apoyo de gobiernos y organismos para legitimar las acciones hacia la democracia.

En conclusión

El derecho de resistencia activa ha emergido en Venezuela como una respuesta legítima y necesaria frente a un régimen ilegítimo. Este cambio de narrativa debe ser asumido no solo por los venezolanos, sino también por la comunidad internacional. La restauración de la democracia requiere todas las herramientas disponibles y la comunidad internacional no puede seguir exigiendo a los venezolanos que la solución sea exclusivamente pacífica o electoral, ni que la solución sea un problema sólo un asunto entre los venezolanos (salvo que se esté incitando a una guerra civil).

A la tiranía debe hacérsele entender que su permanencia está condenada, que slo una transición acordada podría ofrecerles una salida pacífica y evitar la responsabilidad penal. La resistencia activa es legítima y el futuro de la democracia venezolana depende de que este mensaje sea claro y contundente.

27 de enero de 2025


lunes, 6 de enero de 2025

Más allá del bien y del mal: El reto de gestionar la moralidad

La moralidad, tradicionalmente vista como una fuerza cohesiva para la sociedad, tiene un lado oscuro que Pablo Malo analiza en profundidad en su libro Los peligros de la moralidad (Barcelona: Deusto. 2021). A través de un enfoque que combina psicología evolucionista, neurociencia y reflexiones filosóficas, el autor muestra cómo la moralidad puede convertirse en un arma de doble filo. Si bien es esencial para fomentar la cooperación y las normas sociales, también puede conducir a la polarización, el tribalismo y la violencia en nombre de valores absolutos. Malo plantea preguntas provocadoras: ¿Estamos preparados para gestionar los excesos de nuestra moralidad? ¿Cómo podemos equilibrar sus beneficios con sus riesgos inherentes?

Los peligros de la moralidad

Con base a los planteamientos de los seis capítulos previos, Malo concluye en seis problemas principales de la moralidad:

Cuando un problema o conflicto se convierte en moral, es más difícil resolverlo.- Malo explica que los conflictos que adquieren un carácter moral tienden a ser más intensos y difíciles de resolver. Esto así porque la moralidad introduce valores absolutos y no negociables, lo que dificulta los compromisos y acuerdos. Las partes implicadas ven sus posiciones como una cuestión del "bien" contra el "mal", lo que impide el diálogo y fomenta la confrontación.

Las sociedades morales tienden al autoritarismo, la jerarquía, el elitismo y la desigualdad.- El autor señala que, históricamente, las sociedades que se estructuran en torno a principios morales rígidos a menudo justifican el autoritarismo y la desigualdad como mecanismos para preservar el orden moral. Esto crea jerarquías y el elitismo, donde ciertos grupos o individuos son considerados moralmente superiores, consolidando estructuras de poder opresivas.

La moralidad promueve las guerras y los genocidios.- Malo analiza cómo los valores morales han sido utilizados como herramientas para justificar guerras y genocidios, al presentar al enemigo como una amenaza para el orden moral. Este proceso de deshumanización, alimentado por narrativas de maldad inherente, facilita la violencia extrema al convertirla en un deber moral.

La violencia moralista.- El autor introduce el concepto de "violencia moralista", destacando que muchas personas recurren a la violencia porque creen genuinamente que es lo correcto. Este tipo de violencia no se ve como algo negativo, sino como un acto necesario para proteger valores o principios fundamentales. Malo enfatiza que esta perspectiva puede normalizar y perpetuar actos de brutalidad.

Los problemas de la moral para la democracia: la polarización.- La moralidad extrema es un obstáculo para la democracia porque fomenta la polarización. Malo argumenta que cuando los debates políticos se convierten en cuestiones morales, las diferencias se perciben como irreconciliables. Esto socava la capacidad de las democracias para construir consensos y promover la convivencia entre grupos con valores diferentes.

Los problemas de la moral para la ciencia.- Finalmente, Malo explora cómo la moralidad puede interferir en el progreso científico. Las creencias morales rígidas limitan la investigación y el debate objetivo, imponiendo tabúes o restringiendo ciertas líneas de pensamiento. Esto no solo frena el avance del conocimiento, sino que también puede llevar a la manipulación de la ciencia con fines ideológicos.

Soluciones propuestas por Pablo Malo

Para contrarrestar estos peligros, Malo sugiere estrategias que buscan desvincular la moralidad de los conflictos sociales y fomentar la cooperación racional. Estas soluciones, que buscan un enfoque más pragmático y menos moralista, se desarrollan de la siguiente manera:

Reconocer que la moralidad es un peligro.- El primer paso es aceptar que la moralidad, aunque necesaria para la cohesión social, puede tener consecuencias negativas. Malo propone que debemos entenderla no como una fuerza puramente positiva, sino como un mecanismo que puede ser mal utilizado o desbordarse en conflictos destructivos. Este reconocimiento abre la puerta a estrategias para manejarla con mayor conciencia y moderación.

Reconocer la dificultad de corregir el problema.- El autor enfatiza que la moralidad está profundamente enraizada en nuestra psicología y evolución, lo que hace difícil cambiar su impacto. Por ello, propone abordar el problema con humildad y paciencia, entendiendo que las soluciones no serán rápidas ni fáciles y requerirán esfuerzos sostenidos en múltiples frentes.

Abolicionismo moral.- Malo plantea la idea radical de reducir el protagonismo de la moralidad en nuestras decisiones y debates. Esto no significa eliminar los valores éticos, sino reconocer que no siempre es útil moralizar los problemas. Al desactivar el lenguaje moralista, podemos centrarnos en soluciones prácticas y menos polarizantes.

La moralidad como un medio para un fin: la cooperación.- El autor propone desvincular la moralidad de la cooperación, que fue su propósito original en la evolución. Hoy día, gracias a los avances en conocimiento y tecnología, es posible fomentar la cooperación mediante mecanismos racionales, diseñados para promover el bienestar común sin recurrir a narrativas moralistas absolutistas.

Sacar la moralidad de la vida pública.- Malo aboga por desmoralizar el discurso público y político. Esto implica reducir el uso de términos moralistas en los debates, evitando conceptos como "justicia absoluta" o "maldad inherente". El objetivo es promover una conversación pública más basada en datos y pragmatismo que en emociones y juicios de valor.

Crear instituciones, diseños y redes que fomenten el diálogo constructivo.- Diseñar instituciones y plataformas que favorezcan el diálogo respetuoso y colaborativo es una de las soluciones más prácticas que plantea el autor. Estas estructuras deberían minimizar el enfrentamiento y facilitar conversaciones basadas en hechos y perspectivas diversas, evitando la escalada de conflictos morales.

Rediseñar el sistema de partidos y el reparto del poder.- El sistema político actual, especialmente en democracias polarizadas, fomenta el enfrentamiento. Malo sugiere rediseñar los sistemas de partidos y las dinámicas de poder para premiar la cooperación y el consenso. Esto podría incluir reformas electorales, nuevos mecanismos de representación y modelos de toma de decisiones más inclusivos.

Despolitizar nuestras vidas.- El autor propone sacar la ideología y la moralidad de las interacciones cotidianas. Esto significa no convertir cada aspecto de nuestra vida en una declaración política o moral, permitiendo que las relaciones humanas se desarrollen en un plano más personal y menos cargado de confrontaciones ideológicas.

Fomentar el escepticismo y la autocrítica.- Malo subraya la importancia de cultivar una actitud escéptica hacia nuestras propias creencias. Aceptar que podríamos estar equivocados fomenta la humildad y reduce la rigidez moral. Este enfoque también promueve el entendimiento mutuo y una mayor apertura al diálogo con quienes piensan diferente.

Críticas a los postulados y soluciones de Malo

Aunque Los peligros de la moralidad es una obra innovadora y provocadora, sus postulados y soluciones no están exentos de críticas. Algunas de las observaciones que han sido planteadas por sus lectores y críticos son estas:

El riesgo de caer en un relativismo moral excesivo.- Malo sugiere reducir el protagonismo de la moralidad, pero algunos críticos podrían argumentar que esto puede llevar al relativismo moral, donde ninguna acción o decisión es intrínsecamente buena o mala. Esta postura podría debilitar los valores compartidos que sustentan los derechos humanos y la justicia social, abriendo la puerta a la indiferencia ante las injusticias.

La dificultad de implementar soluciones prácticas.- Las soluciones propuestas, como rediseñar sistemas políticos o fomentar el escepticismo generalizado, son ambiciosas pero pueden resultar utópicas. Las dinámicas políticas y sociales están profundamente arraigadas en las emociones humanas y la moralidad, lo que hace extremadamente difícil implementar cambios significativos a gran escala.

Subestimación del papel positivo de la moralidad.- Si bien Malo resalta los peligros de la moralidad, algunos críticos podrían argumentar que minimiza su papel positivo en la cohesión social y la protección de los vulnerables. Por ejemplo, movimientos como la abolición de la esclavitud o la lucha por los derechos civiles han sido impulsados por narrativas morales que apelan al sentido de justicia colectiva.

El dilema de “desmoralizar” la vida pública.- Sacar la moralidad de la vida pública y política puede parecer atractivo, pero plantea problemas prácticos y éticos. Los debates públicos sobre cuestiones como la igualdad, el cambio climático o los derechos humanos están inevitablemente vinculados a valores morales. Desmoralizar estos temas podría diluir su urgencia y relevancia.

El rol de las emociones en el comportamiento humano.- Malo parece asumir que es posible separar la racionalidad de las emociones y la moralidad, pero numerosos estudios en psicología muestran que las decisiones humanas están profundamente influenciadas por las emociones. Algunos críticos podrían señalar que tratar de “racionalizar” la cooperación humana ignorando este aspecto fundamental es poco realista.

Posible elitismo implícito en las soluciones.- Propuestas como fomentar el escepticismo o rediseñar el sistema político pueden interpretarse como elitistas, ya que asumen que el público general debería adoptar actitudes más reflexivas y críticas que muchas personas pueden no estar dispuestas (o ser capaces) de practicar. Esto podría alienar a quienes se sienten excluidos por la complejidad de estas soluciones.

Redefinir la cooperación sin moralidad: una apuesta arriesgada.- La idea de lograr cooperación sin apelar a la moralidad es innovadora pero controvertida. Algunos críticos podrían argumentar que la moralidad, aunque imperfecta, sigue siendo el motor más efectivo para movilizar a las personas hacia objetivos colectivos. Reemplazarla por mecanismos puramente racionales podría no generar el mismo nivel de compromiso emocional.

El impacto de la despolitización en sociedades polarizadas.- Aunque Malo aboga por sacar la ideología y la moralidad de nuestras vidas cotidianas, algunos podrían señalar que la politización es un síntoma de desigualdades y tensiones reales que no pueden resolverse simplemente eliminando el lenguaje moralista. La despolitización podría ser vista como una forma de evitar abordar problemas estructurales.

En conclusión, Los peligros de la moralidad es una obra desafiante que expone los riesgos inherentes de una moralidad descontrolada, al tiempo que propone soluciones innovadoras para gestionar sus excesos. Aunque algunas de sus ideas son controvertidas o difíciles de implementar, el libro me parece una lectura imperdible que aporta una perspectiva valiosa sobre los conflictos sociales contemporáneos y las trampas del tribalismo moral. Pablo Malo invita al lector a reflexionar críticamente sobre sus propias convicciones y a buscar un equilibrio entre la cooperación racional y los valores éticos. En un mundo cada vez más polarizado, estas reflexiones son más necesarias que nunca para fomentar una convivencia basada en el respeto, el diálogo y la comprensión mutua.

Si te intrigan los dilemas de la moralidad y sus impactos en nuestra sociedad, te invito a leer Los peligros de la moralidad de Pablo Malo y a compartir tus reflexiones. ¿Estás o estarías de acuerdo con sus planteamientos? ¿Qué opinas de las soluciones que propone? Déjame tus comentarios y debatamos juntos sobre este fascinante tema.

En Vigo, el 7 de enero de 2025.