miércoles, 17 de septiembre de 2025

Reducción de la jornada: La factura que nadie quiere contar

La propuesta de reducir la jornada laboral en España de 40 a 37,5 horas semanales sin reducción salarial, impulsada por la vicepresidenta segunda del Gobierno, fue tumbada en el Congreso el 10 de septiembre de 2025.

El rechazo no cierra el debate. Al contrario, abre un espacio imprescindible para reflexionar sin la demagogia que suele dominar titulares y tertulias. Durante semanas el relato ha sido casi unánime: más tiempo en familia, mejor conciliación, más bienestar. Todo suena irrefutable.

Pero apenas se ha hablado de la otra cara: el coste real de una medida obligatoria y general que golpea de forma muy distinta a cada sector. Reducir la jornada no es gratis. Alguien paga la factura.


Productividad y costes: la ecuación que no cuadra igual en todos los sectores

Es cierto que hay estudios que sugieren que menos horas pueden traducirse en mayor concentración y menos tiempo muerto. Pero esta ecuación funciona, sobre todo, en entornos de oficina o sectores de alta productividad. ¿Qué ocurre en negocios donde el tiempo de trabajo está directamente ligado al servicio, como bares, restaurantes, comercios o transporte? La respuesta es clara: el servicio no se puede “optimizar” hasta hacer que una mesa se atienda sola o un café se sirva en menos tiempo.

En hostelería, cada hora de trabajo equivale a una hora de servicio directo al cliente. Reducir la jornada legal de 40 a 37,5 horas sin reducir el salario del trabajador, implica que el coste de cada trabajador se incremente en 6,67%. Explicado en términos más concretos:

En un pequeño restaurante de Pontevedra que tenga cuatro empleados a jornada completa, que es poco, esta reducción forzosa de la jornada laboral incrementa en aproximadamente 480€ por mes el coste laboral de la empresa, aunque en el papel “no haya subido el salario”. Me explico, el empresario de este ejemplo sigue pagando el mismo salario pero con 10 horas menos de servicio. Sus opciones son limitadas:

  1. Contratar un trabajador a 10H semanales para cubrir las horas perdidas, que precisamente le costaría de 480 a 500 euros por mes. Con la dificultad añadida de que casi nadie acepta contratos de solo 10 horas semanales. En un ejercicio de 'ingeniería laboral', el empresario podría verse 'forzado' a pactar con los trabajadores una reducción de jornada (y de sueldo) a 35 horas (o menos), para que el nuevo trabajador pueda tener al menos 20H semanales.

  2. Reducir (aún más) sus horarios de apertura al público, con lo cual mantiene igual el coste laboral pero pierde ventas y margen, lo que, de nuevo, incrementará el peso de los costes fijos. E indirectamente perjudica a los consumidores, quienes ya se quejan hoy día de los recortes de horario en el sector.

  3. Repercutir el nuevo coste laboral en los precios de carta. En un sector donde la competencia es feroz, cada céntimo importa.

Cualquiera sea la opción que elija el empresario, el resultado es el mismo: alguien tiene que pagar la factura de la reducción de jornada.


Quién paga realmente la factura

Alguno de nuestros lectores, o todos, podrían responder: Si es un buen empresario, sabrá compensar o recuperar el coste de esta reducción de jornada, habrá alguna manera. Y sí, las hay, pero las opciones que tiene el pequeño restaurante de Pontevedra para compensar este sobrecoste laboral son limitadas, y algunas probablemente inalcanzables. Para que lo entienda el común de nuestros lectores, si asumimos que en la estructura de costes de un restaurante, el coste laboral no debería exceder de 33%, estamos diciendo que el restaurante de nuestro ejemplo, tiene dos opciones principalmente:

  • Si elige conservar su plantilla de cuatro empleados y reducir 10H de servicio a la semana (cerrando un día, por ejemplo), necesita seguir facturando lo mismo que venía facturando, pero con cuatro días menos de trabajo al mes y sin subir precios de la carta.

  • Si elige contratar un trabajador para cubrir las 10H de servicio perdidas, necesita incrementar su facturación promedio mensual en al menos 1.500 euros (sin subir los precios en la carta), precisamente en 2025, cuando las estadísticas del sector apuntan a una reducción de clientes y/o del ticket promedio en el sector.

Entonces, ¿quién paga la factura?

  • El empresario, si decide no trasladar el sobrecoste laboral y asumirlo a costa de su margen. Esto, en un negocio con beneficios ajustados, puede marcar la diferencia entre seguir abierto o cerrar.

  • El cliente, si el empresario decide repercutir el coste en los precios de la carta. Una subida del 6-7 % en el coste de personal se traduce necesariamente en un incremento de precios finales al consumidor de al menos un 2,5% (sin contar los incrementos por causa de los costes de materia prima, servicios, etc.). Sin tecnicismos, ¡Inflación!

  • El trabajador, paradójicamente, porque el empresario puede optar (legal y justificadamente) por reorganizar o reducir la plantilla, limitar turnos o contratar menos indefinidos para ganar flexibilidad.

No importa cómo de bonito lo pinten, ¡no hay magia! La reducción obligatoria y general de la jornada sin ajuste salarial es, en la práctica, un impuesto oculto que pagaremos todos.


Más allá de la demagogia:
una propuesta de debate serio

Nadie discute que la conciliación familiar y el bienestar del trabajador son metas legítimas que deben procurarse, incluso para un empresario serio, inteligente y responsable, porque nadie discute que un trabajador contento y motivado con su puesto de trabajo es, necesariamente, un trabajador más feliz y más productivo. Pero confundir el legítimo derecho a la conciliación y al descanso con un decreto de imposición universal y genérica es un error de política económica.

Tal como se ha propuesto, la reducción de la jornada laboral es una medida general que ignora la diversidad del tejido empresarial. España es un país de PYMES: el 99 % de las empresas lo son. La mayoría trabaja con márgenes ajustados, especialmente en sectores de servicios. Aplicar una medida idéntica para una multinacional tecnológica y para una cafetería de barrio es desconocer cómo funciona la economía real.

Así impuesta, la reducción de la jornada supondría un shock de costes difícil de absorber en el sector restauración sin aumentar precios, recortar inversiones o limitar el crecimiento. Los efectos colaterales llegan de inmediato: menor contratación estable, más rotación, externalización de servicios, o cierre de negocios que no puedan trasladar el coste.

La negociación colectiva ya permite que convenios de hostelería pacten jornadas más cortas siempre que la productividad y la caja lo soporten.
Pero imponerlo por ley, sin matices, convierte la excepción en obligación. Además, las
dificultades prácticas son considerables: turnos, festivos, temporada alta, picos de demanda. Un negocio de restauración no puede simplemente “ganar eficiencia” para que la mesa se sirva antes ni sustituir horas presenciales por teletrabajo.

Precisamente, las reducciones de jornada a 35 horas que ya existen —por ejemplo en administraciones públicas o en convenios de grandes empresas—son fruto de acuerdos sectoriales, no de decretos generales y demagógicos cuyo único propósito es capturar los votos de una población legítimamente interesada en descansar y conciliar su vida laboral con la familiar.

Si España quiere seguir avanzando en esa dirección, y puede hacerse, sería más sensato:

  • Incentivar la negociación sectorial, con ayudas a empresas o a sectores que pacten reducciones graduales.

  • Vincular la reducción a mejoras de productividad medibles, no solo a un calendario político.

  • Focalizar apoyos en PYMES, que son las más expuestas y, a la vez, las que sostienen la mayoría del empleo.


EN Conclusión: el bienestar no se decreta

Puede que reducir la jornada laboral sea un acto de justicia social, ¡pero tiene un coste! Y a la ciudadanía hay que decírselo. Es una decisión con impacto directo en la estructura de costes de miles de pequeños negocios, especialmente en la restauración. Si se impone sin planificación ni consenso, el resultado será paradójico: menos empleo, precios más altos y una presión insostenible sobre quienes crean trabajo.

La verdadera modernización del trabajo pasa por flexibilidad, productividad y diálogo real, no por medidas uniformes y populistas que ignoran la realidad económica. Si queremos que el bienestar de los trabajadores mejore de verdad, primero debemos asegurar que las empresas —grandes y pequeñas— puedan seguir existiendo para pagar esos salarios.

miércoles, 19 de febrero de 2025

¡Ríndete, Europa! / La "Pax" de Trump

Ayer, el presidente de EEUU, Donald Trump, inició negociaciones directas con su homólogo ruso, Vladímir Putin, con el objetivo, entre otros, de poner fin a la guerra en Ucrania. Sin embargo, las propuestas que aparentemente impulsa Trump han desatado una ola de preocupación en Europa y entre los aliados de Ucrania. Según diversas fuentes, los pilares clave de la propuesta promovida por Trump son los siguientes:

Convocar elecciones presidenciales en Ucrania: Trump ha sugerido la necesidad de elecciones anticipadas, insinuando que el presidente Volodímir Zelenski podría ser reemplazado por un líder más dispuesto a negociar. Según Trump, "en algún momento también necesitas tener elecciones", destacando que los índices de aprobación de Zelenski "no son excelentes".

Reconocimiento de la soberanía rusa sobre territorios ocupados: El secretario de Defensa de EEUU, Pete Hegseth, afirmó que el retorno a las fronteras anteriores a 2014 es "un objetivo poco realista" y que intentar recuperar esos territorios "solo prolongará la guerra y causará más sufrimiento".

Garantías de no adhesión de Ucrania a la OTAN: Hegseth también indicó que EEUU no ve viable la membresía de Ucrania en la OTAN en un acuerdo negociado. Esto sugiere que Ucrania permanecería fuera de la alianza militar occidental, cumpliendo una demanda clave de Rusia.

Estas propuestas implicarían, en la práctica, la consolidación de una victoria total y definitiva para Rusia tras su invasión, lo que ha suscitado profunda preocupación entre los aliados europeos y en Ucrania. Existe un temor fundado de que tales concesiones no solo socaven la soberanía ucraniana, sino que también comprometan la estabilidad regional y sienten un peligroso precedente para la seguridad europea.

Ante este panorama, el presidente Zelenski ha reafirmado que Ucrania no aceptará ningún acuerdo alcanzado sin su participación directa. Por su parte, la comunidad internacional, y en particular la Unión Europea (UE), observa con cautela estas negociaciones, plenamente consciente de que cualquier resolución tendrá implicaciones significativas para la seguridad y la estabilidad del continente, así como para la configuración de un nuevo orden geopolítico global.

¿Un Nuevo Orden Geopolítico Global?

El discurso del vicepresidente de EEUU, JD Vance, durante la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich, al cuestionar el modelo democrático europeo y respaldar a fuerzas populistas, sugiere un cambio profundo en la política exterior estadounidense: la priorización del realismo transaccional por encima de la defensa de valores compartidos. Este enfoque, sumado a las propuestas impulsadas por Trump para la resolución de la crisis en Ucrania, configura un escenario de fractura significativa en la relación transatlántica, que históricamente ha sido el pilar del orden occidental desde la Segunda Guerra Mundial.

La tradicional alianza basada en la democracia liberal parece desvanecerse. EEUU ya no actúa como un garante automático ni indispensable de la seguridad europea; por el contrario, comienza a percibirse como un aliado tácito de Rusia y de los intereses expansionistas de Putin. Este cambio podría derivar en un reacomodo geopolítico, obligando a la Unión Europea a asumir una mayor autonomía y a adoptar una postura más cautelosa frente a las decisiones unilaterales de Washington. Esta nueva realidad no solo reconfiguraría el equilibrio de poder en Occidente, sino que también debilitaría la cohesión frente a desafíos globales como Rusia y China, entre otros actores emergentes.

¿es una Fractura Real o solo
una Estrategia de Negociación?

Algunos analistas consideran que la aparente agresividad o imprevisibilidad de Trump no es más que una táctica negociadora, diseñada para ejercer presión y alcanzar sus verdaderos objetivos. A partir de sus obras clave (The Art of the Deal, Surviving at the Top y Think Big and Kick Ass), es posible identificar los principios fundamentales que rigen su estrategia de negociación:

Piensa en Grande.- Trump insiste en que el primer paso para negociar es tener una visión ambiciosa. Considera que pensar en grande no solo motiva, sino que también establece un marco mental para pedir más y obtener mejores resultados. “Si vas a pensar de todos modos, más te vale pensar en grande.”The Art of the Deal

Sé Agresivo desde el Inicio.- Trump sugiere comenzar con una postura fuerte, incluso extrema, para mover la negociación a su favor. Este enfoque no solo crea una ventaja inicial, sino que también reduce las expectativas de la otra parte. “Empieza con una oferta agresiva, porque siempre puedes retroceder, pero nunca avanzar si comienzas bajo.”The Art of the Deal

Crea Leverage (Ventaja de Poder).- Trump enfatiza la importancia de controlar las variables que afectan la negociación, ya sea mediante el control de la información, la percepción de fuerza económica o el uso de amenazas económicas, como los aranceles. “La clave del apalancamiento es siempre aparentar que estás en una mejor posición de la que realmente estás.”The Art of the Deal

Controla la Narrativa.- Controlar el discurso público y la percepción es una táctica clave. Trump utiliza afirmaciones grandilocuentes y amenazas para desestabilizar a sus oponentes y obligarlos a negociar bajo sus términos. “La gente quiere creer que algo es lo mejor. Exagéralo, promuévelo y haz que lo crean.”Think Big and Kick Ass

No Tienes Nada que Perder.- Trump cree que la disposición a abandonar la mesa es una de las herramientas más poderosas en la negociación. Al mostrar desinterés, aumenta la presión sobre la otra parte. “Si no estás dispuesto a alejarte de un trato, no estás negociando, estás rogando.”The Art of the Deal

Usa la Presión del Tiempo a tu Favor.- Establecer plazos artificiales, como anunciar aranceles o exigir acuerdos rápidos, es una técnica para forzar concesiones. “Las personas toman decisiones apresuradas bajo presión, y ahí es cuando debes actuar.”Surviving at the Top

Crea el Caos para Reorganizar el Tablero.- Trump sugiere que desestabilizar la situación puede forzar a las partes a renegociar bajo nuevas condiciones más favorables. “Romper el statu quo te da la oportunidad de reescribir las reglas del juego.”The Art of the Comeback

La Lealtad es Transaccional.- Según Trump, las alianzas son útiles solo mientras beneficien a su posición. Este enfoque explica su aparente displicencia con la UE y Ucrania, no hay lealtad en los valores compartidos sino en los intereses. “En los negocios, como en la vida, la lealtad es un lujo, no una obligación.”Think Big and Kick Ass

Haz que la Otra Parte Sienta que Gana.- Aunque parte con demandas extremas, Trump sugiere que siempre es útil permitir que la otra parte perciba que ha logrado algo, aunque sea mínimo. “Deja que crean que han ganado algo, mientras tú te llevas lo que realmente querías.”The Art of the Deal

Cierra el Trato.- La meta final es concretar un acuerdo, incluso si el camino fue conflictivo. Trump considera que la negociación sin cierre es una pérdida de tiempo. “Las palabras son baratas. Lo único que cuenta es firmar la línea punteada.”The Art of the Deal

Buenas o malas, no corresponde aquí juzgarlas; son simplemente las reglas que rigen su estilo de negociación. En el contexto actual, Trump parece aplicarlas con precisión en su política exterior: adopta posturas extremas, como la imposición unilateral de aranceles y la negociación excluyendo a Ucrania; crea apalancamiento mediante amenazas económicas y diplomáticas; desestabiliza el escenario y genera caos para reorganizar el tablero y forzar soluciones; y mantiene la presión hasta que la otra parte ceda en algo significativo.

En última instancia, según su propio enfoque, no se trata de materializar las amenazas, sino de utilizarlas como herramientas para cerrar un trato que favorezca sus intereses. Todo esto sugiere que las posturas extremas de Trump podrían ser —o no— simples tácticas estratégicas destinadas a presionar a Europa y Ucrania para aceptar términos más favorables a Washington y Moscú, con el objetivo final de poner fin a la guerra en Ucrania.

¿cómo debe actuar la unión europea?

La Unión Europea no puede permitirse adoptar un papel pasivo. Debe enfrentar el desafío planteado por Trump aplicando sus propias reglas, precisamente las que él mismo utiliza. Tanto Trump como Putin perciben la debilidad y solo respetan la fuerza y la astucia, no la pasividad. Por ello, la postura de la UE debe sustentarse en los siguientes fundamentos:

Establecer Leverage (Ventaja de Poder)

Primero que todo, la UE debe presentarse como un frente unido y actuar rápidamente, con todo y las discrepancias que haya –que las hay– en su seno, y coordinarse con aliados clave como Reino Unido y Noruega. Sabemos que esto es difícil de conseguir y es o puede ser una debilidad frente al eje Trump-Putin.

En el actual tablero geopolítico, la velocidad con la que se toman decisiones es un factor determinante. Mientras Donald Trump y Vladímir Putin avanzan con negociaciones bilaterales sobre Ucrania sin consultar a nadie, Europa se enfrenta a su propia naturaleza: un bloque de 27 países, cada uno con su gobierno, prioridades y visiones distintas.

La dinámica entre Trump y Putin refleja un estilo de liderazgo unilateral, donde las decisiones se toman de manera rápida y sin consensos. En cambio, la Unión Europea, por su estructura misma, depende de extensos debates y acuerdos multilaterales. Este contraste no solo dificulta la reacción inmediata de Europa, sino que la relega en las conversaciones clave sobre la paz en Ucrania.

La necesidad de alcanzar consensos dentro de la UE contrasta con la capacidad de acción inmediata de líderes como Trump y Putin. Mientras estos avanzan "a lo suyo", cada día decidiendo lo que quieren", Europa debe encontrar un equilibrio entre su naturaleza democrática y la urgencia de actuar con más agilidad.

Este escenario plantea un desafío claro para la UE: reforzar su unidad y agilizar su toma de decisiones si quiere seguir siendo un actor relevante en la política internacional. La clave está en actuar con la rapidez que exige el contexto global actual.

Asimismo, resulta imperativo impulsar un plan de seguridad europea que, sin sustituir a la OTAN, actúe como un complemento independiente de EEUU, cuya lealtad estratégica [basada en valores compartidos] parece haberse vuelto cada vez más incierta. Este plan podría materializarse a través de una Iniciativa de Seguridad Europea (ISE), una fuerza defensiva bajo control europeo, financiada mediante el Fondo Europeo de Defensa o cualquier otro mecanismo de financiamiento mancomunado, como acertadamente está promoviendo el gobierno de España.

Si la seguridad es una necesidad compartida por Europa, tanto su organización como su financiación deben ser igualmente compartidas. Es cierto que ello exigirá un incremento significativo del gasto público destinado a la defensa, pero no debe olvidarse que la seguridad y la defensa constituyen, precisamente, el principal propósito y razón de ser del Estado.

Postura Firme y Ofensiva Controlada

La UE debe rechazar cualquier acuerdo de paz que excluya a Ucrania y a la UE y defender énergicamente la integridad territorial ucraniana y la soberanía europea. Trump respeta a quien no se pliega fácilmente y debe notar la determinación de la UE en diversos frentes.

En el frente diplomático,

  • Diálogo permanente con Ucrania: Es fundamental mantener un diálogo constante con el gobierno ucraniano para garantizar una postura coordinada y presentar un frente común en las negociaciones.

  • Declaración unificada del Consejo Europeo: El Consejo Europeo debe emitir, a la mayor brevedad, una declaración conjunta rechazando cualquier acuerdo negociado sin la participación de Ucrania y la UE, o que vulnere la soberanía y la integridad territorial de Ucrania, lo que, en última instancia, también afecta la seguridad europea.

  • Resoluciones en la ONU: La UE debe promover resoluciones tanto en la Asamblea General como en el Consejo de Seguridad de la ONU que reafirmen la integridad territorial de Ucrania y el respeto al Derecho Internacional. Aunque estas iniciativas puedan fracasar debido al veto de Estados Unidos o Rusia, su valor radica en “desnudar” y visibilizar las nuevas alianzas que están configurando el tablero geopolítico global.

  • Alianzas estratégicas: Es crucial involucrar a socios tradicionales de EEUU, como el Reino Unido, Canadá, Japón y algunos países latinoamericanos, para fortalecer la posición europea y ampliar la coalición en defensa de la soberanía ucraniana y la estabilidad internacional.

En el frente económico, la UE debe condicionar cualquier acuerdo comercial futuro con EEUU y Rusia a una solución concertada y compartida por la UE y Ucrania. Asimismo, debe mantener el régimen de sanciones económicas dirigidas a sectores clave de la economía rusa si se intenta implementar una solución negociada al margen de Europa y Ucrania.

En el ámbito militar y de seguridad, la UE debe fortalecer la cooperación defensiva bajo el marco de la Iniciativa de Seguridad Europea (ISE), como se indicó anteriormente. Además, debe advertir sobre el posible incremento de la presencia de tropas y bases europeas en los países bálticos, Finlandia, Polonia e, incluso, en Ucrania, como medida disuasoria frente a nuevas amenazas.

En el frente comunicacional, la UE debe liderar la narrativa global mediante una campaña estratégica en medios tradicionales y digitales, destacando las graves consecuencias de un acuerdo impuesto sin la participación de Europa y Ucrania. Este discurso debe enmarcarse como un esfuerzo europeo por alcanzar una paz sostenible y garantizar la estabilidad global, no como una confrontación con el eje EEUU-Rusia. Asimismo, los líderes de la UE deben participar regularmente en foros internacionales y en medios de comunicación globales, reafirmando de manera consistente la posición europea.

Ofrecer una Salida Ventajosa para Todos

A Trump se le debe proponer que, si lo desea y considera más conveniente, asuma el liderazgo de una plataforma de negociación tripartita entre Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia, en la que Europa recupere protagonismo y actúe como garante de los intereses de Ucrania. Si se ejecuta correctamente, esta propuesta puede representar un auténtico win-win para Trump: alcanzar la paz bajo su liderazgo sin comprometer la unidad occidental ni debilitar la posición estratégica de Europa.

¿cómo debe responder la unión europea a las propuestas de TRUMP para resolver la crisis?

Frente a la propuesta de convocar elecciones en Ucrania, bajo el pretexto de legitimar democráticamente a su gobierno, la respuesta de la Unión Europea debe ser inequívoca:

La estabilidad de Ucrania y la legitimidad de su liderazgo no pueden ser determinadas ni desde Washington ni desde Moscú. Cualquier proceso de cambio de liderazgo es una competencia exclusiva de las instituciones ucranianas, conforme a sus procedimientos constitucionales y bajo estándares democráticos. En caso de ser necesario, dicho proceso podría ser supervisado por la UE y la OSCE, pero en ningún caso por los gobiernos de Estados Unidos o Rusia.

Según Trump, "Tenemos una situación en la que no hemos celebrado elecciones en Ucrania, en la que tenemos ley marcial, y en la que el líder en Ucrania, odio decirlo, pero está por debajo del 4% de índice de aprobación...". No obstante, Trump no ha presentado ninguna fuente que respalde esta afirmación, la cual es desmentida por el Instituto Internacional de Sociología de Kiev (KIIS), una entidad privada que colabora con la Universidad de Kiev. La encuesta más reciente de dicho instituto sitúa el índice de aprobación de Zelenski en un 57%, reflejando incluso un aumento respecto al 52% registrado en diciembre de 2024.

Incluso si la afirmación de Trump fuera cierta —que no lo es—, la imposibilidad de celebrar elecciones en Ucrania se debe a la imposición de la ley marcial. Este régimen excepcional permite la restricción temporal de los derechos y libertades constitucionales establecidos en los artículos 30 a 34, 38, 39, 41 a 44 y 53 de la Constitución de Ucrania, incluido el derecho de sufragio.

Aun si se levantara la ley marcial, las elecciones solo podrían celebrarse una vez finalizada la guerra y cuando el proceso electoral, incluida la campaña previa, pueda desarrollarse bajo condiciones de seguridad fiables. El propio Zelenski ya lo señaló en octubre de 2023: "Si se celebran elecciones, la población debe poder votar con seguridad, sin ataques." En todo caso, una encuesta reciente del mencionado Instituto Internacional de Sociología de Kiev reveló que solo el 15% de los ucranianos considera que deberían celebrarse elecciones en las actuales circunstancias.

Frente a las declaraciones de Trump, Zelenski podría adoptar una postura proactiva y lanzar una propuesta audaz: vincular la celebración de elecciones al cese de las hostilidades por parte de Rusia. La lógica sería la siguiente:

Si no hubiera operaciones militares rusas en Ucrania, no existiría la necesidad de la ley marcial.
➡ Si no hubiera ley marcial, se podrían celebrar elecciones.
➡ Por tanto, si cesan las operaciones militares rusas en Ucrania, habrá elecciones.

En ese sentido, Zelenski podría anunciar la firma de un decreto por el cual se revocaría la ley marcial y se convocarían inmediatamente elecciones presidenciales, mostrando incluso el texto del decreto en una conferencia de prensa. Este decreto se comprometería a ser firmado únicamente si, en un plazo máximo de 24 horas desde su anuncio, Rusia declara el cese de su operación militar y lo implementa efectivamente.

De este modo, Zelenski no solo retomaría el control de la narrativa en torno a las elecciones, sino que también utilizaría el factor tiempo como un recurso estratégico a su favor.

En cualquier caso, el proceso electoral que eventualmente se celebre podría ser monitoreado por observadores europeos, para fortalecer la legitimidad de quien resulte electo, en ningún caso por EEUU o por Rusia, y se neutralizaría el control externo.

Frente a la propuesta de reconocer los territorios ocupados, la respuesta de la Unión Europea debe ser igualmente contundente:

El reconocimiento de la ocupación rusa constituye una violación flagrante de la Carta de las Naciones Unidas, desestabiliza la seguridad europea y establecería un peligroso precedente que podría alentar a Rusia a continuar su expansión territorial sobre suelo europeo. La UE desconocerá cualquier acuerdo que legitime la conquista de territorios por la fuerza.

La postura europea debe ser inequívoca: las negociaciones solo pueden avanzar si no se establece, como primer paso, un alto el fuego inmediato. Este cese de hostilidades debe conducir, como máximo, a la celebración de un plebiscito supervisado internacionalmente en las zonas ocupadas, bajo condiciones y términos definidos por la UE, y no por Rusia.

Por último, frente a la propuesta de garantizar la no adhesión de Ucrania a la OTAN o a la Unión Europea, la respuesta europea debe ser igualmente contundente:

El gobierno de Rusia no puede sustituir al pueblo ucraniano ni a su gobierno legítimo en las decisiones que afectan al futuro y la seguridad de su nación. Aceptar tal pretensión sentaría un precedente peligroso y socavaría los principios fundamentales del derecho internacional y la soberanía nacional.

Del mismo modo que Rusia ejerce soberanamente su política internacional y de seguridad, Ucrania y cualquier otro país europeo deben gozar del mismo derecho. Cualquier intento de imponer limitaciones a esa soberanía implicaría admitir la existencia en Europa de un Estado subordinado, con soberanía restringida y tutelado por fuerzas extranjeras. Si Rusia percibe amenazas o requiere garantías de seguridad, puede legítimamente solicitarlas a Ucrania y a Europa, pero bajo ningún concepto Trump y Putin pueden negociar unilateralmente la seguridad y la defensa de Europa o de sus Estados soberanos.

La UE debe liderar una solución europea de seguridad, complementaria y no sustitutiva de la OTAN, que garantice razonablemente la integridad territorial y la seguridad de Ucrania, al tiempo que atienda, de manera proporcional y justificada, las inquietudes de Rusia. En términos prácticos, esto implica impulsar un pacto de seguridad liderado por la UE y el Reino Unido, asegurando que la exclusión de Ucrania de la OTAN no derive en vulnerabilidad y que Rusia no se perciba injustificadamente amenazada.

Conclusión: Europa como actor indispensable

En conclusión, la UE debe dejar claro que ningún acuerdo Trump-Putin será reconocido ni aplicado sin su aval y sin la participación de Ucrania. Hacerlo con la misma determinación que muestran sus adversarios: fortalecer su capacidad defensiva, condicionar sus relaciones económicas con EEUU y Rusia y liderar la narrativa internacional. El futuro se tornará oscuro si Europa no actúa con determinación, integridad y memoria histórica. La ingenuidad que permitió el ascenso de Hitler no puede reeditarse bajo nuevas formas de complacencia o debilidad. Europa enfrenta hoy una encrucijada: renovarse y asumir con firmeza su papel como garante de la paz y la estabilidad, o resignarse a la irrelevancia y a la fragmentación. El momento exige liderazgo, unidad y la convicción de que su destino no puede ser negociado por otros. Es eso o la rendición de Europa ante la pax de Trump.

19 de febrero de 2025